15.11.11

sabés lo que me gusta estar con vos


Me bajé de la cama, lo primeroque pisé fue el enchufe del ventilador; ese maldito dolor, mezclado con una sensación de impotencia por no poder gritar lo suficiente. Era tarde. Tambaleándome en la oscuridad llegué al fin hasta la puerta, y seguí hasta el balcón. Ese balcón con pasto sintético, sucio, y molesto al pisarlo descalzo. Con mucho cuidado deno hacer ruido, abrí las dos ventanas. Todavía quedaba olor a lluvia, pero elcielo estaba minado con unas pocas estrellas y una luna gigante justo al ladodel obelisco. El piso estaba mojado, pero poco me interesó, me senté y con unatorpeza de ebrio, logré sacar las piernas entre los barrotes. Debajo de ellos,seis pisos y un silencio aterrador. Convengamos que microcentro no es unpaisaje propicio a la reflexión, pero mi cerebro no se dio el lujo de elegirdonde destruirme. Con el cachete apoyado sobre el barrote frío y mojado, y mispiernas balanceándose me puse a pensar en el pibe que, este año, fue mi eje paratodo. 

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